Siendo Formador del Seminario Mayor, presentábamos algo así como audiciones en una pequeña sala que logramos habilitar. Habíamos decorado una de las paredes con un paisaje de bosque que le pedí al Arq. César Iván Feris Iglesias, quien gentilmente nos lo obsequió.
Una de las “audiciones” contenía la Obertura 1812 de Tchaikowski, en una edición en la que se integraba un coro de niños y disparos de auténticos cañones; parece que con esto buscaban más realismo. En esta presentación me auxiliaron algunos seminaristas, entre ellos el vegano Luis Ignacio Holguín (actualmente médico).
La salita estaba abarrotada, con gente sentada hasta en el suelo. Aun siendo la pieza musical bastante movida, a duras penas lográbamos que hicieran silencio. No habría muchas audiciones más, pero conseguimos buena colección de música y, aunque luego hubo que tomar la salita para aula, se consiguió otra. En esto influyó mucho la constancia de Manuel Ruiz, y luego el querido Padre Vinicio Disla. Una vez quise conseguir a un solista de oboe, amigo de un sacerdote, para dar un concierto. Pero por más que afané no logré nada. Pero luego nos dio un recital precioso el tenor Arístides Incháustegui, acompañado de algunos afamados músicos dominicanos.
Otra de mis quijotadas fue tratar de elevar el nivel de la comunicación oral y también de desterrar las faltas ortográficas en la escritura. Ya dije que era, además, profesor de Español. Resultó chistoso para mí algo que me contó el Padre Manuel Ruiz, pues ya no lo recordaba. Puse un trabajo de Español y descontaba de la nota (sobre 100) todas las faltas ortográficas. Corregí el de Manuel, y quedó debiéndome 135 puntos (o algo así). El trabajo estaba rojo de arriba a abajo. Lo que me alegró fue ver la gran superación que logró el Padre Manuel Ruiz.
Tratando de elevar el nivel cultural, y a veces como complemento de los contenidos curriculares, llevábamos invitados especiales. Así logramos llevar al poeta Pedro Mir, a quien admiro tanto que, al decirme en una ocasión el Padre Luis Oraa que algunas de mis composiciones acusaban el influjo de Pedro Mir, le dije que creía que era casi imposible sustraerse al encanto de su poesía.
Pues me tocó, junto a un pequeño grupo, atender a Don Pedro antes de su conferencia. Me sorprendió que la mayor parte de este diálogo, giró alrededor del apremio económico por el que él atravesaba. ¡Hasta los poetas famosos padecen penurias!
El profesor Juan Bosch fue en varias ocasiones, pero a consultar algún libro de la biblioteca del Seminario. Me tocó verlo un solo día; andaba acompañado del exseminarista, mi amigo Danilo Díaz. Solo recuerdo que Bosch lucía mucho más joven de lo que aparecía en las fotos de los periódicos y en la TV.
Entre los que pasaron por el Seminario estuvo el famoso biblista español, Padre Luis Alonso Schökel, quien dio una conferencia para los alumnos del Seminario; recuerdo hasta una de las perícopas del Evangelio sobre las que habló. Luego, lo tendría yo de profesor de un par de asignaturas en el Instituto Bíblico de Roma.
También estuvo con nosotros Monseñor Sean O’Malley OFM Cap, obispo norteamericano que vino como Visitador Apostólico para los seminarios, enviado por la Santa Sede. Nos dispensó un trato afable y brilló por su sencillez. Contrastaba con esta cualidad un gran anillo que llevaba. Entramos en confianza y le pregunté sobre el anillo. Nos explicó que en la Diócesis en donde era obispo había muchos portugueses, y siempre que lo veían todos iban a besar su anillo, pero como él usaba uno muy sencillo, la gente no atinaba con el beso al mismo. Por eso él se fue al río, eligió una piedra notable y se la entregó a un joyero para que la engastara en metal. Y así remedió la dificultad de los portugueses.
Recibí una hermosa tarjeta suya (acompañada de una ayuda económica) con motivo de mi Ordenación Episcopal, y luego lo encontré en Roma, ya Cardenal Arzobispo de Boston.
Pasó varias veces por el Seminario Mons. Donald Reece, cuando era Obispo de Basseterre (Barbuda y Antigua); lo encontré hace un tiempo cuando ya era Arzobispo de Kingston, Jamaica. Siempre afable. Ahora es obispo emérito.
En una ocasión estuvo Paoli, el de los Hermanos de Charles de Foucauld. De su intervención recuerdo solo la frase latina Tímeo dánaos et dona feréntes (temo a los griegos, aunque traigan regalos); que, según creo, él se la aplicaba a los Estados Unidos.
En dos ocasiones estuvo en el Seminario el Padre Gobbi, del Movimiento Sacerdotal Mariano; la primera vez, con el clero de la Arquidiócesis y el Arzobispo, junto con los seminaristas; la segunda, él solo, con los seminaristas y los sacerdotes del Seminario.
Pasaban muchos sacerdotes por el Seminario; especialmente cuando llegaba algún extranjero, nos lo enviaban. Tuvimos muy buenos visitantes y también alguna gente pintoresca. Uno, que luego resultó desastroso, llegó mostrándonos fotos del castillo de su familia en Europa y, entre otras cosas, un precioso anillo; con ello pretendía probar la nobleza de su linaje (cosa que, penosamente, no mostraba su conducta).